Lleida, cultura y vanguardia

Un homenaje a la discreta fuerza creativa de Lleida: a través de imágenes de archivo del fotógrafo Toni Prim, y a través de la mirada de la periodista Joana Bonet, comisaria del proyecto.

Por La Roca Village

Recuerdos y paisajes vividos, por Joana Bonet

Cada mañana, al llegar temprano a la estación de Lleida, aquella niña de catorce años se dejaba invadir por un aroma que se le antojaba exótico, una mezcla entre azufre y café con el que se llenaba los pulmones. Pensaba que aquel era el olor que distinguía a las grandes ciudades de los pueblos, un olor a territorio deseado, a herencia histórica cosida por cartagineses y romanos, o acaso no lo recordaba aquella estatua de Indíbil y Mandoni, héroes vencidos, porque también aprendió que había que honrar más a los perdedores que a los ganadores. Hoy la historia nos relata que hubo arqueros de Lleida defendiendo a Acrópolis ante los bárbaros.

Lleida no se entendería sin un Josep Vallverdú; sin una Pepa Domingo, que contribuyó al despegue de la moda española en los años 80. O sin un Jaume Magre, que junto a su esposa Rosa Ferran abrió la Petit Galerie: un pasillo con pavimento hidráulico iluminado con una bombilla desnuda. La Petit Galerie acogió el arte del gran Leandre Cristófol, Frederic Amat, Broto, Antoni Llena, Silvia Gubern, Rosa Siré... A Magre, Imma Monsó lo immortalizó como el hombre de la gabardina blanca.

Lleida posee un 'sky cultural' poderoso, aunque por su carácter sobrio y poco vanidoso no lo exhiba. La cultura popular, desde Lo maraco a l´Aplec del caragol, incluye la rumba lleidatana, el Garrotín, los vermuts en el carrer Cavallers –donde se alojó la antigua universidad, hoy convertida en Parador–.

Allí me estrené a vivir –eso pensaba– como una adulta, absorta por sus luces tintineantes y por una calle mayor llena de tiendas con vendedoras de labios de azúcar. Teníamos un castillo en la colina, su faro insignia: La Seu Vella, ahora propuesto a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por su belleza y su historia, siempre fiel espejo de la realidad cambiante.

Lleida, al decir de Màrius torres, ha sido “La ciudad de los ideales que queríamos levantar”. Traduzco el verso de Màrius Torres, mi primer poeta de proximidad, quien afirmaba que la tierra no miente mientras la echaba de menos en aquel sanatorio donde aprendió a respirar de nuevo mientras escribía canciones a Mahalta.

No siempre se puede sentir que se regresa al origen. Vas y vienes de los paisajes vividos, como el viajante de antaño que debía de procurarse nuevas emociones al volver una y otra vez al mismo lugar con el muestrario extendido en el maletero del coche. Pero este Tributo a Lleida de La Roca Village me permite cerrar, a modo de círculo, un viaje fundacional. Dormir en las aulas de lo que fue mi Sorbona, hoy convertidas en un soberbio parador. Homenajear a mi mentora, la que fue mi primera profesora de moda, Pepa Domingo: su tienda fue pionera en vender los diseños de Sybilla, Manuel Piña, Agatha Ruiz de la Prada, Toni Miró, Alvarado, Pedro Morago o Kima Guitart. Domingo´s fue mi particular Saint Martins school. Y a la vez, me anima a reconectar aquellos artistas de vanguardia con nuestros contemporáneos, que siguen imprimiendo carácter a sus creaciones. En definitiva, se trata de celebrar la ciudad discreta y laboriosa, atravesada por un río, como en París, un Segre que no deslumbra tanto como el Sena, pero cuyos puentes acercan la sobriedad de la piedra a la exuberancia de los frutales. Una aleación tan profunda como chispeante.

Álbum de una visionaria: Pepa Domingo por Toni Prim

“Pepa Domingo ha sido una mujer adelantada a su tiempo y en Lleida hemos disfrutado mucho con ella”, recuerda Toni Prim. Desde su boutique Domingo’s, en los años 80, abrió la ciudad a una modernidad insólita: apostó por diseñadores que rompían las normas tradicionales de la moda; y convirtió sus presentaciones en auténticos acontecimientos urbanos. Los desfiles saltaban de la tienda a la calle y terminaban en fiestas colectivas, donde hasta los transeúntes se sumaban, borrando las fronteras entre moda y vida cotidiana.

“En los años 80 desde la Societat Fotogràfica de Lleida organizábamos la Fotomostra llenando la ciudad de fotografías de Agustí Centelles, Joan Fontcuberta, Toni Catany o Humberto Rivas, entre otros muchos˝ recuerda Prim.

Para esta muestra, el fotógrafo ha vuelto a su archivo junto a la periodista Joana Bonet y ha rescatado imágenes que hoy son memoria viva de aquella efervescencia. La mayoría fueron tomadas con su Hasselblad de formato cuadrado: apenas doce disparos por carrete que obligaban a medir cada encuadre con precisión casi ritual. En una de ellas, la actriz Carme Llaràs atraviesa el Carrer Major envuelta en un diseño de Ágatha Ruiz de la Prada, bajo la mirada atónita de mujeres y ancianos, poco habituados a aquella trasgresión estética. “Ahora me invade cierta nostalgia —admite Prim—, primero por lo jóvenes que éramos y, segundo, porque creo que, humildemente y sin proponérnoslo, marcamos una época irrepetible.”

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